Pinacendá

Si el sábado pasado la entrada del Maestranza era un hervidero de gente, lo de ayer era de infarto. Pero sobre todo por la cara de emoción y ganas de disfrutar que teníamos la mayoría,  porque estábamos seguros de que lo que ibámos a ver  no nos iba a dejar indiferentes (bueno, y porque cuando has comprado la entrada en mayo llevas mucho tiempo esperando). Muchísimos japoneses, alguna con kimono como mi vecina de atrás, y con abanicos con la imagen de Farruquito.

 la foto

 

Se apagan las luces y un ambiente de iglesia gótica nos remonta siglos atrás, tal vez para predisponernos a un viaje a los orígenes del baile. Aparece Farruquito y se encamina con pasos lentos (¡Qué bien anda este chico!) hacia una mesa tocinera, enciende una vela y planta una rodilla en tierra en actitud de rezar. El tiempo se detiene. Camisa con estampado étnico, chaleco brocado, anillo, pulsera y reloj dorados, … podría ser un pirata en la bodega oscura de una goleta (estoy segura que Johnny Deep conoce a Farruquito), un zíngaro en su caravana o un gitano de Sevilla rezando ante el Cristo de su devoción. Aires de héroe que ya ha rescatado al público.

A partir de ahí comienza el paroxismo, exaltación extrema de sentimientos y pasiones. Farruquito se mece, amaga, pasea, se acerca a cada cantaor, los escucha y les baila. Igual con la guitarra, el violín y la flauta. Ya maduro, deja sitio a los artistas que le acompañan, generando una tensa expectación, otra vez amago, y por fin baile. Mis vecinos de atrás no pueden contenerse (¿quién dijo que los orientales no eran expresivos?) y sueltan un eleee tras otro, a la manera gitana, detrás de cada remate.

farruquito1

Os adjunto un enlace para que disfrutéis con los fandangos bailados encima de una mesa.  http://youtu.be/wBejS_IZSOc

La escenografía es muy sencilla, pero nada sobra ni nada falta. La entrada de su tía La Faraona, con las faldas fruncidas recogidas con grandes lazos para que asomen las enaguas y se insinúen los pololos rojos, nos deja a todos mudos. Arrastra con lentitud un canasto y toda su contundencia, y cuando arranca a bailar por tangos con su sobrino dibuja una escena que se nos queda grabada para siempre en la memoria. Baila con los hombros, con el delantal, con todo su cuerpo. El abrazo que se dan nos hace ver que nada es impostado, que las emociones las transmiten porque las sienten ellos, disfrutones y gustándose.

Y aprendo hoy otra lección: el flamenco se baila para uno mismo y, si alguien te ve y le gusta, pues mejor para ellos. ¡ Y yo he sido una de las afortunadas de ver disfrutar a Farruquito!

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