Estoy en la línea 5 del metro de Madrid. Sigo sin entender muy bien cómo sacar el billete en la máquina expendedora. Antes era muy fácil: billete sencillo, ida y vuelta o abono de 10 viajes. Ahora en función de la distancia cuesta una cosa u otra. Le digo al señor de la taquilla que voy a La Latina (mi intención es conocer el Mercado de la Cebada) y me da un billete. Encuentro un asiento libre y me acomodo. Me sorprende que hay cobertura de móvil y me dispongo a leer los correos, pero de repente un chico con una guitarra llama la atención de los pasajeros: «Estoy promocionando mi disco, os voy a mostrar una de las canciones», y se pone a cantar algo parecido a una rumba. No le mira absolutamente nadie, salvo yo, la falta de costumbre. Y tan absorta estoy con la fauna del metro, que me paso la estación de La Latina. ¡Vaya por Dios! Me bajo en la siguiente, Puerta de Toledo. Lo primero que veo es un edificio grande con un cartel: Centro de Anticuarios. Bueno, cambio mercado por antigüedades.
Hay montones de locales llenos de piezas isabelinas, Luis XVI, gustavianas y de estilos regios varios. Últimamente estoy más interesada en el siglo XX, así que paso la mirada por encima sin mucha emoción, pero, cuando estoy a punto de irme, me fijo en unas marionetas muy grandes.
Impresionantes, ¿verdad? Me cuenta el propietario que se les llama Pupis, son títeres de origen siciliano con los que se representan historias de caballerías, inspiradas en Orlando Furioso. La Opera dei Pupi es patrimonio de la humanidad y siguen activos muchos teatros en Nápoles y Sicilia. Lo anoto mentalmente como un «to do» en algún momento de mi vida.
Subo por la calle Arganzuela y en el número 18 me encuentro un local enorme con puerta tipo garaje pintada en azul klein: IKB 191. Es de los propietarios de LA Estudio (en la calle Castelló), con una filosofía más adaptada a la clientela joven del barrio: piezas de diseño escandinavo, francés o italiano del siglo XX, pero más asequibles que las de autor. También venden desde su página web.
El papel de la pared ya es toda una declaración de intenciones, ¿no? Los espejos son de lo más cool, aunque a mí me pierden los trofeos de mimbre.
Con esta butaca se da un toque muy actual a cualquier ambiente. ¡Y además es muy cómoda!
Sigo mi recorrido Arganzuela arriba y me paro en la esquina con la calle Carnero. Me gusta el letrero «Primera casa en aceites y legumbres», conservado de algún antiguo colmado o tienda de ultramarinos. Es un local pequeño con réplicas de espejos de bronce de mitad del siglo XX y una gran variedad de jarrones y otros elementos de decoración.
En la esquina con la calle Mira el Río Alta está La Tapicería. Por fuera no dice mucho, pero cuando abres la puerta te adentras en un mundo fantasioso de telas con los estampados más inverosímiles. Puedes verlo en su web.
Me atiende Fran, que me invita a hacer las fotos que quiera, incluso se ofrece a sacar a la calle alguna pieza para que tenga más luz.
Me parece muy divertida esta pareja de sillitas con estampados de loros.
Para los surrealistas más atrevidos esta silla, que muchos no nos habríamos molestado en recoger del contenedor de basura y los chicos de La Tapicería han convertido en una pieza única.
Silla de fabricación propia tapizada con motivos de bambú.
Las pantallas son una forma divertida y económica de dar un toque alegre a una habitación. Eliges la tela y ellos la hacen.
También personalizan muebles con pintura.
Lo que no les falta es el sentido del humor y la originalidad. Ni la flamenca de mantilla encima del viejo proyector de películas, ni el madelman sentado en una reproducción en miniatura del típico sillón de enea con respaldo pavo real. Todo un homenaje a algunos símbolos con los que crecimos unas cuantas de generaciones de españoles.
Después de este recorrido por las casas de nuestros padres llego a la calle Toledo, junto al metro La Latina, donde tenía que haberme bajado para conocer el mercado de la Cebada. Pero después de tanto espejo de mimbre y tanto jarrón de colores, no estoy para mucho mercado tradicional de productos frescos. Justo enfrente de la boca de metro, al lado de una corsetería (tampoco estoy para eso), veo un bar con aspecto de nuevo: Julieta.
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