Salimos de Sevilla después de comer, con idea de llegar aún con luz a Isla Canela. Atardece y apenas nos da tiempo de intuir un cuidado campo de golf entre el que está enclavado el edificio principal. Nos indican nuestra habitación (en el único ala que está abierta) y comprobamos que tiene una terraza con bonitas vistas a lo que debe ser uno de los hoyos del campo. Dejamos nuestras cosas (lo que más abulta de nuestro equipaje son las cámaras de fotos) y nos dirigimos a Ayamonte en busca de algún lugar agradable para tomar algo. No hay mucha gente en la calle, a pesar de la buena temperatura, y la iluminación navideña no logra compensar la atmósfera tristona y húmeda del pueblo costero. Deambulamos sin rumbo mirando escaparates de tiendas que no invitan mucho al consumo, haciendo tiempo hasta la hora de la cena mientras pensamos que tal vez debíamos haber dejado que caducaran sin uso esas dos noches de hotel que nos regalaron meses atrás. ¿Qué hacemos aquí las dos solas un día laborable de diciembre?
Entramos en un restaurante en lo que nos parece la avenida principal. En la provincia de Huelva siempre serán buenos el jamón y las coquinas, pensamos. Y no nos equivocamos.
Cuando nos dirigimos hacia el coche, dispuestas ya a acostarnos pronto, mi hija me tira de un brazo: “¡Espera! ¿No oyes música?” “Sí, claro, la del tiovivo de la plaza”, le digo yo, temiendo que las proteínas de Jabugo le hayan dado nuevas fuerzas. “Que no, mamá, que es gente cantando, es una fiesta!”. “¿Y estamos invitadas?”, le pregunto escéptica. Pero sin apenas escucharme, ya está cruzando la calle y pegando la oreja detrás de una puerta grande de madera. “¡Ven, corre!”, me dice justo antes de abrir la puerta y desaparecer sigilosamente detrás de ella. Yo me quedo fuera, sin saber qué hacer, escuchando las voces que salen de dentro. Y me doy cuenta que son voces masculinas, muchas, que entonan al unísono un precioso cuplé que habla de un abuelo y un nieto. Increíblemente bien afinadas. ¿En Ayamonte? ¿Un lunes a las 22.30?
Termina la canción y, tras un ligero murmullo, se abre la puerta del todo y aparece de nuevo mi hija: “Ven, dicen que pases” (¿ya está ella controlando la situación?), y entro en una habitación enorme, con paredes de ladrillo visto y bóvedas, con aspecto de bodega, y un montón de hombres distribuidos homogéneamente en unas escalinatas de madera. Uno de ellos se me acerca, me da dos besos mientras le dice a mi hija: – “¿Tu madre? ¡Si parecéis hermanas!”. Seguro, pienso yo, un poco cohibida al notar veinticinco o treinta pares de ojos encima mía. Me acercan una silla junto a otra en la que ya está sentada mi hija sonriendo (¡esta se la guardo!) y el que parece coordinar a los demás nos explica que son un coro carnavalesco, que están ensayando, como todas las noches, preparando su participación en los diversos carnavales de la provincia. El año pasado se llamaban “Conquistadores del Son” y ganaron el primer premio de coros del festival de Isla Cristina. Que si tenemos tiempo y nos apetece, nos cantan la presentación de su agrupación, que este año se llama “Mi barquito de Vapor”. Nos advierte que faltan algunas voces -son unos 40 hombres- y los instrumentos musicales -sólo hay una guitarra-. “Tenéis que imaginaros los disfraces: de soldados, de negreros, de esclavos… de todo aquello que podéis esperar en un barco de los que surcaban el Mississipi”. “¡Vamos, señores, hay que hacerlo bien!”. Y empieza un murmullo, acompasado al balanceo de los cuerpos, que se va transformando en un espiritual negro, bellísimo, en el que no se echa de menos ningún instrumento.
Se animan con nuestros aplausos y continúan regalándonos el popurrí y el estribillo, mientras nosotras sentimos cómo la magia del momento transforma un día anodino en algo especial que no olvidaremos en mucho tiempo.
De vuelta al hotel, cojo el ordenador y me informo de las fechas de los carnavales de la provincia: Ayamonte, Colombino y Carnaval de Isla Cristina, este último declarado fiesta de interés turístico de Andalucía, considerado el carnaval más famoso después de Cádiz y de Santa Cruz de Tenerife). Y leo que el coro “Mi barquito de vapor” de Joaquín Gutiérrez actuará en el concurso de Isla Cristina el jueves 28 de enero en penúltimo lugar y el domingo 31 de enero en segundo lugar.
¡Ya sé dónde voy a estar el 28 de enero!
Q os gusta un relío!