Historia de un dulce de convento sevillano

Son veinte hermanas. Tres de ellas bastante mayores, pero el resto de mediana edad. Y algunas de menos de treinta años. No españolas, claro. La crisis de las vocaciones en España es de todos sabida. Seis mejicanas, dos peruanas, dos de Tanzania, una italiana, tres de Kenia… Aunque esto de la edad es algo difícil de explicar en las monjas. Ninguna aparenta la que tiene, tal vez sea porque el tiempo cuenta de otra forma. Y es que desde el mismo instante en el que traspasas la puerta del convento, algo se detiene. O se ralentiza. Los segundos y los minutos ya no son indicativos de nada: han sido sustituidos por lo que lleva darle forma a una bandeja entera de pestiños, lo que tarda el viejo horno en poner dorados los mantecados, lo que dura un turno de Adoración Perpetua al Santísimo.

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Por eso las fotos que os enseño hoy son en blanco y negro. Porque he tenido la fortuna de entrar en su mundo durante un rato, de charlar con ellas y verlas trabajar, de notar cómo el reloj se paraba. Y el blanco y negro es más atemporal que el color. Nada te distrae, diriges el foco de atención a lo esencial, a lo que importa, y los detalles se aprecian más.

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Sor María José me cuenta que llevan poco tiempo haciendo dulces, desde 2012. Pero eso no significa que sean novatas, porque han aprendido en otros conventos de clarisas: en el de Badajoz, en el de Llerena, en el de Almendralejo…da igual en cual, son recetas que se transmiten de unos a otros, igual que heredan los hornos y las máquinas de amasar, con tantos usos que tal vez podríamos pensar que saben solos lo que tienen que hacer.

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Porque en este convento de la calle Águilas todo tiene una segunda vida. Y una tercera, y una cuarta. Las cosas no se tiran, se reaprovechan. El horno llegó de Montijo, con gran alegría para las monjas (el anterior era aún más viejo y les jugaba malas pasadas). El robot para moler es buenísimo, me dicen (y yo lo miro intentando descifrar los años que tendrá y cuál es la función de la correa de cuero).

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Cuando alguno de los aparatos se les estropea, los arregla un cuñado de la abadesa (la madre Aurora, de 75 años). También reciben la ayuda altruista de Carlos, maestro turronero que elabora en el obrador exquisitos turrones de chocolate y brandy, sumándolos así a otras especialidades hechas por ellas: corazones de almendras, pestiños, alfajores, cortadillos, etc.

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Antes se financiaban lavando ropa para la calle, con una máquina de segunda mano en la que invirtieron sus escasos ahorros. Pero se estropeaba con tanta frecuencia que les dificultaba tener suficientes encargos para que fuera rentable. Y cuando el techo de la lavandería se derrumbó, sin recursos para levantarlo de nuevo, decidieron sumarse a la elaboración de dulces para complementar su otra actividad tradicional: la encuadernación de libros (porque con la crisis cada vez reciben menos encargos).

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A pesar de las dificultades, lo que llama poderosamente la atención es la alegría que desprenden. Siempre con una sonrisa, también son femeninas, coquetas, y quieren salir guapas en las fotos. Le piden a la fotógrafa que intente que no se vea el roto de una de las tocas blancas, limpísimas, con las que ocultan su pelo. Ni los remiendos del delantal o del viejo hábito que usan en la cocina, que cambian rápidamente cuando van a la Iglesia, porque el olor a azúcar y almendra impregnaba los bancos, las lecturas y las oraciones. Y cada cosa en su sitio.

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Están enclaustradas, pero no ajenas al mundo. Sufren con la violencia que hay en el exterior, con el drama de los refugiados, con el horror del terrorismo salvaje. Y ofrecen sus oraciones para que la cordura vuelva, para que la bondad encuentre su sitio, para que haya consuelo en el dolor. Comparten su comida con todo aquel que acude a pedirles ayuda -hasta 30 bocadillos diarios en los últimos años-, muchos de tortillas elaboradas con los huevos que les llevan los novios (una bonita tradición que se mantiene). Porque para elaborar los dulces sólo utilizan ingredientes de primerísima calidad y con procedencia controlada, que apuntan religiosamente (nunca un adjetivo fue más adecuado), tal y como les exige la autoridad sanitaria.

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Me vuelvo a casa oliendo a almendras y pensando cuáles de mis libros merecen una preciosa encuadernación en piel (porque he decidido que ese va a ser mi regalo de Reyes). Y cuando el viernes por la mañana llegue al salón gótico del Alcázar, a sumarme como otros años al ejército de voluntarias que reclutan entre Claudia y Rocío, para colocar en las mesas y vender los dulces de las monjas, tendré en la mente la sonrisa tranquila de Sor María José, la carcajada fresca de Sor Lucía, la serenidad de Sor Angélica.

 

P.D.1. La Muestra de Dulces de Convento estará en el Salón Gótico del Alcázar los días 5, 6 y 7 de Diciembre.

El resto del año también se pueden comprar en el despacho de la calle Águilas, número 22, con horario de 10- 13 h y 16.30-19 h. Por cierto: ¡son los de la cajita de San Pancracio!

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P.D.2. El Convento, fundado en 1502 por D. Álvaro de Portugal, primo de Isabel la Católica, es el tercero de la orden de las Clarisas en Sevilla, tras el de Santa Clara y el de Santa Inés. La Iglesia, de una sola nave con bóveda de cañón y una cabecera plana en la que destaca el artesonado mudéjar, tiene acceso desde la calle, y alberga numerosas obras de arte: el retablo de Pedro Roldán, la Inmaculada de la Roldana, el relieve del Camino del Calvario de Juan de Oviedo el Viejo, etc. Aunque es conocido, sobre todo, por su San Pancracio, de poco valor artístico pero gran devoción entre los sevillanos.

 

P.D.3. Las fotos son de Lucila Vidal-Aragón

 

7 comentarios en “Historia de un dulce de convento sevillano

  1. Bonito e interesante post Lucila . Las fotografias geniales y esas caras de esas monjas solo reflejan felicidad y serenidad . Que paz interior desprenden, que lección nos dan estas mujeres desprendidas y desinteresadas por lo material de este mundo y se alimentan de fé …….y bueno de alguna golosina que otra de las que hacen, jajaja
    Enhorabuena Lucila.

  2. Me has endulzado la tarde y llenado de paz el alma Lucila.
    Precioso homenaje a las hermanas que en el silencio de los muros del convento, piden por un mundo mejor mientras se esmeran en la rica y fina repostería que saborearan los paladares de sevillanos y turistas durante el puente de la Purísima. Yo este año no podré estar en el Alcázar como otros años de colaboradora, pero pediré para que una vez más las mesas queden vacías y se acaben los dulces pronto,como en años anteriores .
    Alacena de las monjas , que te dan gloria bendita, como decía la canción del inolvidable Carlos Cano.
    ¡A por ellos!
    Besos
    Auxi

  3. Las monjas son Madres, Hijas y Hermanas. Mujeres completas y si hacen dulces son !gloria bendita! Que a gusto se tiene que estar allí con la felicidad que da Dios del deber cumplido. Que buenas fotos y !que ricas! Buenisimo todo.

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