El otoño es una época perfecta para hacer un viaje de pocos días. Hay varios puentes que se pueden aprovechar y las temperaturas suelen ser más agradables que en pleno verano. Son varias las compañías que ofrecen vuelos directos desde Sevilla a diferentes destinos de Europa y España, algunas low-cost, como Ryanair (siempre que estés dispuesto a soportar que el pasillo del avión se convierta en un mercadillo donde se vocean las mercancías en venta, aunque la verdad es que cuando vas en un grupo de diez mujeres se nos oye más a nosotras que a las azafatas-vendedoras).
Nuestro último destino ha sido Lanzarote. Yo tengo que confesar que me daba un poco de pereza (¡uff, un sitio tan turístico!) y que mis expectativas eran, sobre todo, muchas risas entre amigas. Pero, además, me he encontrado con una tierra donde la naturaleza es protagonista absoluto y la intervención del hombre no ha hecho más que dar a conocer, de forma inteligente y especialmente respetuosa, las maravillas que esconde una isla volcánica en el Atlántico. Y en este sentido, no se puede dejar de mencionar a César Manrique, que fue capaz de hacer ver al resto del mundo su tierra natal con sus propios ojos: desnuda, bella, sin mancillar.
Os cuento lo que más me ha gustado hacer en tres intensos días.
1. Conocer las Montañas del Fuego y disfrutar de los contrastes de colores que ofrece ese paisaje único: negro de lava, rojos de óxidos de hierro, azules del mar y blancos de espuma; asistir a una demostración de la actividad volcánica en el centro de visitantes y acabar a lomos de un camello, imaginando que estás en el Atlas y que Lawrence de Arabia es el que tira de la reata de bestias.
- Sentarte en una roca de Los Hervideros a ver las quinientas mil formas que tienen las olas de romper contra el acantilado y de adentrarse en las oquedades.
- Probar las lapas en el restaurante El Bogavante, en El Golfo, con unas preciosas vistas al mar; y acabar con un arroz caldoso regado con una (o varias) botellas de vino El Grifo, DO Lanzarote, elaborado en la bodega más antigua de Canarias, de la variedad malvasía volcánica sembrada entre muros de piedra seca (una técnica tradicional de colocación de piedras sin argamasa).
- Ver la puesta de sol con un mojito en la mano en la playa del Papagayo (pero sólo uno…porque luego hay que subir una cuesta enorme con el coche de alquiler y hay que usar el embrague con acierto).
- Comprar algo de artesanía en el mercadillo de Teguise –yo no me he resistido a un lagarto de cerámica- o alguna prenda de algodón canario para las tardes del próximo verano.
- Visitar Los Jameos del Agua, localizados junto al mar en el interior del túnel volcánico que se originó al erupcionar el volcán de La Corona. Entrar en la Cueva de los Verdes, en el mismo túnel, y recorrer unos cientos de metros entre rocas de lava con incrustaciones de carbonato cálcico rodeadas de agua de mar (para fingir al cabo de un rato que tienes claustrofobia porque no hay quien aguante al guía y tus amigas te esperan para almorzar).
- Comer en la terraza de El Risco en la playa de Famara (lugar de veraneos interminables del niño César Manrique). Probar la morena frita en lascas súper finas, muy crujiente, que recuerda ligeramente a las tortillitas de camarones. Indispensable tomar una sama al horno, un pescado propios de esas costas, de la familia de los pargos. Y todo ello sin dejar de observar cómo las nubes se van tragando los acantilados que rodean la enorme playa de blanquísima arena.
- Llegar hasta el faro Pechiguera –algunos lo hacen en bici- junto a la playa de Montaña Roja, en la punta más occidental de la isla, y hacerte fotos saltando con el faro de fondo.
- Tomar una cerveza en algún bar de Puerto Marina Rubicón y quedarte con las ganas de conocer el Museo Atlántico, un arrecife artificial a 12 metros de profundidad, formado por esculturas realizadas en hormigón de pH neutro que facilitarán con el tiempo el incremento de las especies marinas de la zona. ¡Pero sólo accesible para buceadores y submarinistas!
- Comprar alguna exquisitez local para llevar a casa, como salmón ahumado en fábricas artesanales en Uga y algún queso de cabra canaria en la quesería de Yaiza (quesería artesanal Rubicón, donde puedes probarlos : con gofio, pimentón, ahumado, fresco, curado, etc.)
Las fotos son de Cuarto de Maravillas
Que bonito viaje y que bien descrito, cuánto me alegro haber podido participar y disfrutar de esa maravillosa isla,.
Lucila enhorabuena!! , no lo podias haber descrito mejor. Ya habia estado en Lanzarote en tres ocasiones pero siempre lo vives de otra aanera y esta has sido estupenda. Lo hemos pasado fenomenal y siempre lo recordaremos con risas. Gracias
Lucila, las descripciones que haces de los sitios visitados son tan bonitas que me hacen revivir cada uno de esos momentos tan estupendos que hemos pasado y dan ganas de volver para hacerlo otra vez, gracias
esta es una forma estupenda para poder compartir un poquito de vuestro viaje ,me hubiera encantado haber podido ir pero esta vez no ha podido ser. un abrazo y nos vemos prontito
Cómo te lo curras, y qué fotos. Yo me voy de escapada a Sevilla el 4. Buen fin de Semana
Maravilloso sin duda Lucila!!! Mientras lo leía he sentido cada rincón como si estuviera allí volviendo a recordar mis vacaciones del verano del 93, el lugar donde mi hija María empezó a andar y a parte de entonces se nos acabó la tranquilidad, el encuentro de mi marido con su querido primo Antonio Zoido, el Manrique andaluz de la isla,derrochando generosidad y simpatía por dónde iba, el agrado y la hospitalidad de su gente, la tranquilidad en los ritmos, como si se parara el tiempo….. ¡¡Cuantos buenos recuerdos de la isla !!
Quién le iba a decir a Lanceloto que la visitó por primera vez en el SXIV que iba a dar tanto de sí. Desde aquí mi más sincero homenaje para todas aquellas personas que la llevaron por bandera entre las que te incluyo por difundirla en este post.
Un fuerte abrazo amiga.