Chocolate y más: las monjas Jerónimas de Constantina

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Sevilla es una ciudad de tradiciones. Nos gusta que el calendario esté jalonado de hitos que marquen el paso del tiempo mientras nos llevan por territorio conocido. Como mis hijos cuando eran pequeños y veían dibujos animados: los que más les gustaban eran los que más conocían, porque podían anticipar las risas antes de que el ratón prendiera fuego a la cola del gato. El disfrute antes, durante y después. La espera, el hecho y el recuerdo.

La exposición y venta de los dulces de conventos y monasterios de clausura es una tradición en Sevilla. Son 31 las ediciones ya celebradas, a pesar de los inconvenientes que a veces ponen las autoridades civiles en aras de una presunta libertad religiosa.

El año pasado por estas fechas os conté cómo era la comunidad de monjas clarisas de Santa María de Jesús , en la calle Águilas de Sevilla, extranjeras la mayoría, alegres y sencillas. Este año, como la tradición no es otra cosa que las costumbres conservadas en un pueblo por transmisión de padres a hijos, visito el Monasterio de Jerónimas de Constantina, con el que mi madre ha colaborado durante años formando parte del equipo capitaneado por su amiga Violeta. Así que cojo el coche y me dirijo a este pueblo de la Sierra Norte de Sevilla, un día frío pero soleado. Como es la primer vez que voy, no sé dónde está el Monasterio, y en una cuesta muy pronunciada a la entrada del pueblo le pregunto a una señora. -Perdone, me podría decir cómo se va al Convento de las Madres Jerónimas? – “¡Si, claro! Pero mejor me subo en el coche y te indico”- y en un abrir y cerrar de ojos está sentada a mi lado. –“Yo no me subo en cualquier coche, pero al ver que eras una mujer y preguntabas por las monjas, me ha dado tranquilidad… y además he perdido el coche que me lleva al ambulatorio y esta cuesta es muy pesada de subir”. Me va indicando por dónde seguir y, al pasar delante de un edificio grande con un cartel de venta, me cuenta que era el antiguo convento, en el centro del pueblo, rodeado de bares. Seguimos subiendo y en la parte más alta, frente a una cancela de hierro, se baja mi acompañante, no sin antes darme recuerdos para las monjas.

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El edificio es grande, moderno, con tres alas diferenciadas que albergan la Iglesia, zona de clausura y hospedería. Rodeado de olivos, encinas y monte bajo, en un ambiente de naturaleza, paz y silencio. Llamamos al timbre y nos pasan al locutorio. Allí conocemos a Sor Pilar y nos sorprende desde el primer minuto. Española, estatura media, unos ojos grandes y claros. De mi generación, podríamos haber ido al mismo colegio. Con un tono de voz dulce pero firme. Hablando con seguridad, con decisión, y transmitiendo una energía envidiable. Nos va contando que son diecinueve hermanas (la mayoría ancianas), todas españolas (hay dos de India, pero que llevan con ellas más de treinta años), cómo acometen los trabajos de la hospedería y de la elaboración y venta de dulces, usando con naturalidad términos como marketing, packaging, control de escalas de venta, canales de distribución, etc. Demostrando una buena formación, grandes dosis de sentido común y estar al día de por dónde va este mundo. Está claro que ella es el departamento de gestión, de cuentas, de interlocución con vendedores, de relaciones públicas.

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Nos enseña el edificio, austero pero bello, con unos acabados muy finos en madera y bonitos muebles traídos de las casas paternas -ellas también tuvieron familia-. Sorprende por los grandes ventanales, que posibilita que una gran cantidad de luz inunde las estancias, y la amplitud de pasillos (y ascensores) por los que poder transitar con las sillas de las monjas ancianas e impedidas –que son la mayoría-. La verdad es que el peso del Monasterio lo llevan entre unas pocas.

En el obrador -enorme, con buena maquinaria industrial y en plena actividad- conocemos a Sor Victoria de la Cruz, la Superiora, la maestra chocolatera, la diseñadora de etiquetas, la que hace los jabones, la cosmética natural, los licores, aceites y vinagres, las velas decoradas, … la máquina de ideas, en definitiva. La I+D, la gerente del departamento de producción. Se disculpa con una sonrisa por no dedicarnos más tiempo, pero están en mitad de campaña y se juegan una parte importante de los ingresos anuales para su subsistencia.

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Hacen todo ellas: elaborar el chocolate, diseñar las etiquetas, imprimirlas, cortarlas, reciclar cajas de frutas para transporte de pedidos (decorándolas con estarcidos de motivos navideños). Lo que haga falta con tal de abaratar costes. Porque son conscientes de que a la calidad hay que unirle una cuidada presentación. Buscan saldos en las grandes firmas de packaging, que guardan para usos posteriores en un enorme almacén de material de embalaje: lazos, cintas, cajas de muchos tipos, etc. todo ordenado en estanterías industriales diseñadas por ellas.

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Tienen la suerte de contar con Sor María de Gracia, una artista en la pastelería. Cada año mandan algo nuevo a la muestra del Alcázar -este año se ha inventado un dominó de mazapán con los puntos de chocolate- consiguiendo diferenciarse del resto de conventos, para que así todos tengan posibles ventas. Cuanto más variedad más seguridad en la venta -nos dice Sor Pilar- Al que no le gusta una cosa le gusta otra. Desde el vinagre de chocolate negro o de guindilla a la crema de castañas, son más de un centenar las variedades que elaboran.

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Sor Araceli controlando las almendras en el horno.

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Sor Asunción de María envasando el aceite.

Nos despiden con una sonrisa, no sin antes invitarnos a probar alguno de los maravillosos pasteles que salen de su obrador (mejor no os lo cuento, ¡id a visitarlas!). Mientras nos alejamos, la fotógrafa me lee el pensamiento y comenta en alto: -“No se me ocurre un sitio donde encajes más. La semana pasada querías ser florista, pasar el día rodeada de rosas de color coral y enormes hortensias azules; hoy acabas de descubrir que lo que quieres es ser monja, ayudar a Sor Victoria a pintar velas, inventar objetos bonitos con las ramas de olivo, dar forma al mazapán con Sor María de Gracia y pasar todos los días unas horas en silencio rezándole a un Cristo que está separándose de la Cruz. ¿Me equivoco?”-. Le sonrío. Es mi hija.

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En este enlace podéis ver cómo es de bonito el Monasterio y la Hospedería

En la página web del Monasterio se les puede conocer mejor y comprar online cualquiera de sus productos.

La Exposición y Venta de Dulces de Conventos y Monasterios de Clausura tendrá lugar los días: 3 de diciembre (de 2 a 7 de la tarde), 4, 5 y 6 de diciembre (10 de la mañana a 7 de la tarde) en el Salón Gótico del Alcázar de Sevilla.

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