Luis Gordillo, un joven pintor de ochenta y dos años

Pasar la mañana en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo es algo que todos deberíamos hacer alguna vez. Normalmente vacío, es un lujo pasear tranquilamente disfrutando del silencio, como si los cartujos siguieran estando detrás de alguna de las puertas. Puedes dejarte sorprender por alguna de las obras o instalaciones permanentes, ver las exposiciones temporales o simplemente relajarte observando cómo la luz atraviesa el bosque de lianas que cuelgan de la pérgola del claustro. Y desde el 7 de octubre podemos disfrutar de una retrospectiva del artista plástico contemporáneo más universal de Sevilla: Luis Gordillo.

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En octubre de 2014 ya se exhibieron algunas de sus últimas obras en el Alcázar (os lo conté en la entrada Luis Gordillo en el Alcázar), aunque la exposición del CAAC es un repaso cronológico por toda su trayectoria artística, una ocasión única de aproximarnos al menos sevillano de los pintores nacidos en esta ciudad.

De prestigio internacional y con obras expuestas en los principales museos de Norteamérica y Europa, normalmente se le considera dentro de la abstracción, aunque su estilo, personal y único, es difícil de encasillar en algún movimiento artístico. Más bien su característica principal sea la búsqueda constante, la experimentación continua en un afán de descubrir nuevos horizontes plásticos. Su obra está siempre acercándose y alejándose de todas las corrientes, coqueteando, dejándose tentar y cogiendo de ellas lo que le seduce para rechazarlas finalmente. Y seguir su propio camino.cuarto-de-maravillas-gordillo-caac-1-2

La importancia de la exposición está en acercarnos a su modo de creación, en poner de manifiesto esa continua búsqueda. Y esto se consigue complementando el itinerario cronológico de sus obras con otros recursos expositivos esclarecedores: un audiovisual en la entrada con entrevistas a Gordillo y otros expertos en su obra; fotografías y dibujos que muestran su forma de trabajar, a modo de bocetos, y una recreación del estudio del pintor. Pero, sobre todo, lo más interesante son los propios comentarios del pintor, los análisis que hace de sus obras y las explicaciones que da de su modo de trabajar.

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En la primera sala encontramos algunas obras realizadas en 1959-60, cuando se ha instalado por segunda vez en París (“estaba deprimido, estaba triste y era pobre”) y se impregna de la abstracción expresionista cercana a la escritura automática, como si la mano tuviera autonomía independiente de la mente y se dejara llevar tan solo por los estados emocionales.

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La segunda sala está llena de cabezas pintadas en 1965. La gran cabeza del Museo de Sevilla es una de sus obras más importantes: tiene algo de cartel, de esfinge surrealista, algo de icono pop, algo de acidez. Personalmente son las que menos me atraen (y tampoco ayuda el que no entiendo lo que dice Juan Antonio Aguirre en las cartelas).

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Al borde de los 70, realiza la serie de Cuatripatas, Peatones, Tragaperras, entre las que están algunas de mis favoritas. “Empiezo a ver mi obra de forma diferente. Incluso la de épocas de cambio en las que atravesaba crisis personales que yo pensaba que eran agrias y muy duras. Como los dibujos de los setenta que tenía por feroces y desagradables, porque en esos momentos yo me sentía así. Ahora descubro que son simpáticas, coloristas y juguetonas”.

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El mismo Gordillo nos explica cómo trabaja con las fotografías, un nuevo recurso que introduce estos años en su metodología: “Fotografiaba la cabeza de un personaje ya pintado por mí, hacía una ampliación de la foto, la situaba horizontalmente en el suelo, la cubría con un cristal, sobre el que dibujaba o pintaba con unos materiales fácilmente borrables y fotografiaba el resultado; tras cada foto borraba el cristal y volvía a intervenir  y fotografíar. Elegidos los resultados más brillantes, los trasladaba a lienzo pintándolos.”

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En Secuencias Edipianas de nuevo es él quien analiza su obra. Cuenta que coleccionaba obsesivamente objetos banales y fotos recortadas. En el momento de hacer esa obra trabaja espontáneamente sin grandes historias conceptuales. Reconoce que el título del cuadro viene posteriormente y las disgresiones freudianas son de ahora mismo. “En aquella época me sentí ansiosamente atraído por las fotos banales de la prensa. Quizás la influencia mayor que tuve el arte pop cristalizó en esta manía por acumular objetos e imágenes anecdóticas. Casi siempre elegía fotos con un sentido irónico; lo que me gustaba de esa imagen de Sellers era la ironía que transmitía mostrando a ese señor de paseo con pantalones cortos y su maleta…. me propuse trabajar con la foto… encargué multitud de reproducciones …me puse manos a la obra: primero hice una especie de caricaturas de las fotos, un sistema que había utilizado previamente en la Pareja Americuana en 1974. Consistía en hacer versiones dibujísticas de fotografías que me llamaban la atención” Y con ellos creaba una especie de comic.

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Tras los meandros de los ochenta empieza a trabajar con la idea de rebasar límites. Superponiendo imágenes, yuxtaponiéndolas, añadiendo a un cuadro ya hecho otro que lo complementa o lo cambia, yendo así más allá del díptico o del político utilizados antes. Y dejando constancia fotográfica de este proceso, fotografías que ahora comparte con nosotros para hacernos ver cómo funciona su cabeza.

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La exposición termina con una recreación del estudio del pintor. Me encanta la idea de mostrar el entorno donde se trabaja, dice mucho del artista, de cómo surge el proceso creativo, en el caso de Gordillo a partir de un aparente caos. Es una forma generosa de desnudarse. “Mi estudio es como un cerebro en el que penetro. Como todo está a la vista, el espacio está vivo. Muevo algo y, casi de forma automática, surgen nuevos materiales plásticos.” Multitud de recortes de papel por el suelo, cuadros en las paredes, fotografías o reproducciones de obra suyas, recortes de prensa, etc. Vemos su principal paleta cromática: verdes, azules, violetas, morados y blancos y negros, todos ellos colores fríos. Y entendemos su modo de crear: juntando, yuxtaponiendo elementos distintos, ya sean nuevos o provenientes de trabajos previos, consiguiendo que su obra esté en permanente movimiento y de rabiosa actualidad. Un joven artista de ochenta y dos años.

 

 

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