Cosas que hacer en una excursión a Lagos

Lagos es la última ciudad importante antes del Cabo de San Vicente. Fundada alrededor del 2000 antes de Cristo, por ella pasaron cartagineses, romanos, bárbaros, musulmanes y cristianos. El infante Enrique el Navegante establece una escuela de navegación en el siglo XV y el rey Sebastián la convierte en la capital del reino del Algarve (1573). Como tal, será el centro de coordinación de los descubrimientos portugueses, lugar de fabricación de carabelas y la primera ciudad europea donde hubo un mercado de esclavos. Vestigios de este pasado son la Fortaleza de la desembocadura del río y las murallas árabes bien conservadas. Dedicada en la actualidad al comercio, el turismo y la pesca, es una ciudad animada y bonita, con uno de los entornos naturales más espectaculares del sur de la Península Ibérica. Os cuento mis imprescindibles.

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La zona más baja de la ciudad, con plazas dedicadas a los monarcas que le dieron grandeza (Enrique y Sebastián), está llena de bares de comida rápida para turistas y de tiendas de regalos, de cerámica portuguesa, jabones y latas artesanales. No dejéis de entrar en la plaza de abastos, un edificio centenario donde podréis ver los pescados recién capturados de las frías aguas de la zona. Es imprescindible pasear por las calles adoquinadas, subiendo las cuestas hasta llegar a la parte más alta para localizar un sendero que trascurre junto al acantilado. Las vistas son asombrosas: el mar infinito salpicado por rocas y pequeñas playas con arena blanquísima -la praia dona Ana y la praia do Pinhâo- .

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Si os gustan los barcos, no dejéis de dar una vuelta por la Marina. Al otro lado del río, desde el pueblo se accede por un puente peatonal que con frecuencia se abre para dejar paso a los veleros que entran y salen. La Marina es amplia, cuidada y segura. Hay muchos veleros grandes y bien equipados, seguramente por dos razones: es el lugar perfecto para esperar los vientos de otoño que facilitan la navegación hacia las Islas Canarias o Azores y también es el último puerto deportivo antes de doblar el Cabo de San Vicente en dirección Lisboa. Ha crecido hacia el interior con construcciones de apartamentos nuevos y con buenas terrazas, así como bares, heladerías y restaurantes, aunque todos bastante turísticos.

A diferencia de Vilamoura, se ven pocos yates de motor, aunque sí bastantes neumáticas o barcazas para transporte de turistas a ver delfines o las grutas y cuevas marinas que el mar horada en una costa salpicada de acantilados de un colorido y una belleza increíble. Merece la pena subirse a una de ellas por poco más de 20€/pax (eso sí, acompañado de quince o veinte entusiastas ingleses)o por unos 250€ una barca exclusiva en la que poder hacer un picnic o decidir dónde parar a bañarse durante un par de horas (si eres capaz de soportar la temperatura gélida del agua).

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Para almorzar nuestro lugar favorito es un tugurio detrás de los astilleros, la Tasca Da Lota, donde sirven pescados frescos de la zona a la brasa como sólo lo hacen los portugueses. Las mesas son corridas, así que te puede tocar comer junto a una pareja joven con niños o un grupo de amigos portugueses. Hay que llegar pronto porque no reservan -no olvidar que los portugueses comen antes que nosotros y que les llevamos una hora de adelanto- y tener paciencia porque el tiempo trascurre a un ritmo más lento.

Por la tarde propongo acercarnos a Alvor y recorrer la pasarela de madera (¡qué envidia me da lo bien que tratan los entornos naturales nuestros vecinos!) que nace junto a las casas de pescadores para llegar a una playa salvaje. Está en la ensenada que forma el rio Odiáxere antes de desembocar en el mar y conforma una piscina natural ideal para iniciarse en el kyte surf, sin las olas de la cercana playa del Atlántico.

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Nos basta salir de ahí con 45 minutos para llegar a ver la puesta de sol en el Cabo de San Vicente, al oeste del faro. Estrabón lo describió como el punto más occidental de todo el mundo habitado y en tiempos romanos estuvo dedicado al dios Saturno. Tal vez estas vibraciones sagradas sean lo que perciben los montones de chicos con rastas que acuden a ver la puesta de sol, abrazados a sus parejas o sentados en una roca en silencio, como en actitud de orar, con sus anchos pantalones de algodón peruano de rayas multicolores y alguna toalla echada sobre los hombros, que el viento es frio y una cosa es rendir culto al Sol y otra quedarse helado. Si sois capaces de mirar al sol en vez de a estos jóvenes, disfrutaréis de un maravilloso crepúsculo en medio de esa naturaleza desatada.

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Una perfecta forma de acabar el día es cenando en Baleeira, en el restaurante A Tasca, en el pequeño puerto pesquero de Sagres. Es un sitio agradable, con mesas en la terraza y un comedor interior decorado con botellas y cerámica incrustadas en el enfoscado de las paredes, con mesas de madera y una gran chimenea que debe ser maravillosa los días fríos de invierno. Tienen cocina portuguesa sencilla pero de calidad, con estupenda materia prima y los camareros son educados y más ágiles de lo habitual. ¡Una sapateira y un vinho verde harán que os enamoréis definitivamente de esta zona de Portugal!

Las fotos son de Cuarto de Maravillas

2 comentarios en “Cosas que hacer en una excursión a Lagos

  1. Realmente que capacidad para comunicar emociones y vivencias! Qué placer esos recorridos guiados por tus palabras! Acá, en Argentina, hago una lista de lugares para ir gracias a tu «C

    uarto de Maravillas»

  2. Pingback: Diario de viajes | Cuarto de Maravillas

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