Diario de viajes

En estos días finales del año, a muchos de nosotros nos gusta echar la vista atrás y hacer un balance de lo bueno y lo malo que nos ha deparado el destino y, por qué no reconocerlo, nuestras propias decisiones. Siempre con la idea constructiva de corregir aquello en lo que nos hemos equivocado y potenciar y repetir los aciertos. Para mí ha sido un año raro, muy raro (vamos a dejarlo ahí). Un año en el que he sentido cómo se ponía a prueba mi fortaleza y mi capacidad de motivar a los que me rodean y a mí misma. En el que he tenido que inventarme y reinventarme. En el que he confirmado afectos y delatado relaciones.

Normalmente acudo a la lectura y al trabajo manual para ejercitar mi resiliencia, pero este año los protagonistas han sido los viajes. Empezaron como una patada para adelante a la pelota y se han convertido casi en una necesidad, en un modo de vida -si me dejan-.

He probado varias formas de viajar: en pareja, en familia, con amigas, con hermanas, con una hija, con otras parejas de amigos. También han sido diversos los objetivos: fotográfico, gastronómico, de naturaleza, artístico, literario. Todos me han aportado mucho más que el mero disfrute de los lugares que he visitado. Os hago un breve resumen de cada uno de ellos.

Las campanadas de fin de año las oí en un hotel de Kenia cerca del lago Naivasha. Estábamos empezando mi marido y yo un safari fotográfico de 12 días en el África Oriental. Dormir en una tienda de campaña en Masai Mara y Serengueti, en campamentos efímeros a punto de ser desmontados por la época de lluvias; despertarte con el aullido de una hiena en tu oreja en mitad de la noche y ser consciente de lo fina que es la pared de una tienda; ver cómo se aparean cuatro veces en sesenta minutos un león y una leona, apartados de la manada; correr en el 4 x 4 detrás de un guepardo en una carrera velocísima hasta dar alcance a una pobre gacela y ver cómo la asfixia para comérsela luego lentamente. Y muchos más momentos inolvidables que hicieron que África se quedara para siempre en nuestra lista de sueños.

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Doha resulta de una artificiosidad absoluta después de las llanuras africanas, pero un poco de lujo en el hotel, unos buenos platos de cocina internacional y, sobre todo, una visita al Museo de Arte Islámico de Doha, hacen que te prepares para la vuelta a la vida normal sin necesidad de llorar.

Lucila Vidal-Aragón Rguez. de AustriaLucila Vidal-Aragón Rguez. de Austria

El mes de marzo lo pasamos casi íntegramente en Roma, también mi marido y yo. Alquilamos un estudio cerca de Piazza Navona y nos dedicamos a conocer la ciudad siguiendo un plan bastante exhaustivo, elaborado después de leer a viajeros notables y escuchar las recomendaciones de otros que nos precedieron. Sentir la Ciudad Eterna casi propia, no necesitar mirar un plano y que te salude con familiaridad el dependiente del supermercado es un sueño cumplido. Mis entradas del mes de marzo están dedicadas, como no podía ser de otra manera, a ella.

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Desde allí hicimos una escapada de tres días a Nápoles y la Costa Amalfitana con unos amigos entrañables. Me quedo con el Cristo Velado, los frescos pompeyanos del Museo Real de Capodimonte y los spaguetti de la Cucina Ra Casa Mia (a pesar de que -¡cómo no!- nos robaron una mochila con no quiero recordar cuántas cosas, en el tren de vuelta a Roma).

En abril volví a Roma, esta vez en la modalidad de viaje con hermanas, absolutamente recomendable para los que tenéis la fortuna, como yo, de nacer en una casa donde lo raro era tener algo para ti sola.

Viaje a Sicilia, mayo 2017.Viaje a Sicilia, mayo 2017.

En mayo tocó Sicilia con amigos. Tuvimos ocho días para dar la vuelta a la isla disfrutando de la historia, el arte y la cocina siciliana. Y, como de cada viaje surge otro, dejar pendiente repetir la vuelta a la isla, pero desde las maravillosas aguas que la bañan.

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En junio alternamos escapadas a Málaga con marido y a Lisboa con mi hijo, para descubrir nuevas zonas de la capital del país vecino que nos demuestran que se puede evolucionar, reinventarse social y culturalmente sin rupturas traumáticas.

La primera parte del verano lo pasé leyendo y pintando cactus en El Puerto de Santa Maríapara recuperarme de tanto ajetreo y prepararme para disfrutar del verano navegando por el Algarve y haciendo escapadas a Vejer de la Frontera y otros pueblos gaditanos.

Agustín Vidal-Aragón de OlivesLucila Rodriguez de AustriaAgustín Vidal-Aragón de Olives

Porque en septiembre emprenderíamos un road trip de 15 días desde Sevilla hasta Zürich mi marido, mi hija y yo, en otra nueva modalidad de viaje en familia. Atravesamos la Península de sur a noreste y cruzamos por Perpiñán, haciendo paradas en La Provenza (Narbona, Avignon, Gordes, Menerbes, Orange…) y en la zona de Rodano-Alpes, visitando Lyon, Chambèry, Annecy, mientras comprobábamos cómo el paisaje se va haciendo cada vez más abrupto hasta llegar a los Alpes. Bordear el lago Leman, atravesando viñedos, frutales y glamurosas villas-balnearios; visitar Gruyeres, Friburgo y Murten; subir en tren cremallera desde Interlaken hasta la zona más alta de los Alpes suizos para verle la cara de frente a los temibles Eiger, Mönch y Jungfrau; cruzar los pueblos agrícolas del valle de Emmental hasta llegar a la bella Lucerna.

Y, por supuesto, Zürich.

Lucila Rodríguez de AustriaLucila Rodríguez de Austria

En Octubre tocó viaje literario y con amigas. De la mano de Espido Freire, visitamos los lugares donde vivió y escribió la escritora Jane Austen, en un viaje precioso por la campiña inglesa, disfrutando de la compañía de mis queridas amigas Laura e Inés y descubriendo que cuando partes de algo en común, es fácil llevarte bien con desconocidos.

Agustín Vidal-Aragón de Olives

A finales de Noviembre nos fuimos con nuestros amigos Juanma y Pepi a Burdeos, en un viaje gastronómico (¡umm, el foie, las ostras, el vino!), visitando alguna bodega del Mèdoc y disfrutando de la belleza en otoño de la Dama de Aquitania.

Lucila Rodriguez de Austria

Diciembre se presentaba tranquilo, pero mi hija decidió anticiparme su regalo de Reyes y nos fuimos a conocer los mercadillos navideños de Zürich y Estrasburgo, recordando lo que disfrutamos las dos juntas el viaje a París que hicimos el año anterior. Momentos para hacer fotos, alguna que otra compra para los hombres de nuestra vida y confidencias para compensar los días de separación. Bueno, y algo de cocina renana.

Después de repasar mis viajes de 2017 me doy cuenta, con pena, que va a ser difícil que se repita otro año así. Pero también descubro que cada viaje que he hecho me ha despertado un deseo adicional. El Burdeos me lleva al Borgoña, África no ha hecho más que empezar y quiero ver dónde nace el Nilo, mis hermanas querrán que les enseñe las vidrieras que hizo Chagal para una iglesia de Zürich, Charlotte Brontë me está llamando desde Inglaterra y Roma me lleva a Roma de nuevo, infinita, siempre.

Y también constato que tengo una asignatura pendiente en cuanto al modo de viajar: en solitario. ¿Tal vez en el 2018?

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