La tortura de recoger los adornos navideños

Una de las cosas que más pereza me da –especialmente si te pilla con gripe como este año me ha pasado- es guardar todos los adornos relacionados con la Navidad. El árbol que compré cuando mis hijos eran pequeños es demasiado grande -vivía en una casa con bastante más espacio y, sobre todo, quería impresionarles, porque no hay nada como la cara de ilusión de un niño-. Pero han crecido, vienen a casa exclusivamente los días festivos (-«Mamá, habrás montado el árbol, ¿verdad?»… Whatsapp del día 20 de diciembre) y, por supuesto, ya no están en casa para recogerlo.

Hay que desmontar las ramas por filas, plegarlas para que no ocupen tanto y clasificarlas en función del tamaño (tienen un puntito de color diferente para cada uno de ellos). Por supuesto que esa teoría de que todo lo que entra sale es mentira y nunca más pude guardarlo en la misma caja en la que venía. Ahora van en bolsas reutilizadas de El Corte Inglés y de Ikea, que empujo hasta conseguir meter en el altillo de un armario.Las bolas y adornos las guardo en una caja grande que forré con papel dorado (¡cómo podía tener ganas!), no sin antes dudar, como cada año, de si no debería tirarlos ya.
Lucila Vidal-Aragón Rguez. de AustriaLucila Vidal-Aragón Rguez. de Austria

La verdad es que este año mi árbol parecía un muestrario de adornos digno de una caseta de Estrasburgo: bolas de escamas plateadas de hace ocho o diez años, estrellas de ganchillo del año que me dio por el self-made, unos pequeños trineos de madera recuerdo de Zurich, otros traídos de Londres, bolas de poliespán forradas de tela (otra vez el «do it your self»), unas luces muy tristonas que un día cortocircuitarán, etc.

Lucila Vidal-Aragón Rguez. de AustriaLucila Vidal-Aragón Rguez. de AustriaLucila Vidal-Aragón Rguez. de Austria

Estoy tentada de llamar a mi hermana Blanca, que es una gran seguidora de Marie Kondo y es capaz de tirar las cosas sin remordimiento, agradeciéndoles antes el servicio prestado –mis adornos navideños se lo merecen- y luego mandarnos al resto de hermanas fotos de los cajones de su armario con los polos hechos rulitos y ordenados por colores. Aunque no va a colar.

El Nacimiento me da menos problemas, porque ahí sí que me actualicé cuando mis hijos se hicieron mayores y ya no hay río de papel de plata con orillas de guijarros, musgo de la sierra de Madrid ni trozos de corcho o de madera para el pesebre y el castillo de Pilatos. Ahora tengo sólo el Misterio –con mula y buey- de escayola pintada y envejecida regalo de mi madrina, que guardo cuidadosamente en papel de periódico –lo que no ha impedido que se pierda la orla de la Virgen y la vara de San José-. Una cosa buena es que todavía no he tirado el periódico de ayer, día 7 de enero, y podré utilizar para envolver las figuras las páginas deportivas con el 3-5 del Betis. Así el año que viene me acuerdo de la «manita».

Lucila Vidal-Aragón Rguez. de Austria

Capítulo aparte es la despensa. Una caja de madera con una sola yema de San Leandro que se quedó olvidada, restos de turrones de las Monjas Jerónimas de Constantina y de la fábrica artesanal Biznietos de Luca de Tena, lo que nadie se toma de la caja surtida de la Despensa de Palacio, alguna chocolatina por ahí suelta… Porque con todo eso al alcance de la mano ¿quién empieza la dieta détox? (Voy a confesaros que mientras escribo me estoy tomando la yema solitaria).

Lucila Vidal-Aragón Rguez. de AustriaLucila Vidal-Aragón Rguez. de AustriaLucila Vidal-Aragón Rguez. de AustriaLucila Vidal-Aragón Rguez. de Austria

Por último, el frigorífico. Necesito que vuelva a parecer una estantería de una frutería de barrio. Porque la Navidad es época de reencuentro con la familia, de comidas y regalos, pero también de excesos que luego pasan factura. Con cambiar los adornos del árbol ya es suficiente, mejor no tener que renovar el armario de ropa.

Definitivamente, voy a llamar a mi hermana Blanca. Puedo sobornarla con el chocolate y así mato dos pájaros de un tiro. Y mientras viene, me voy a tomar algo efervescente que me quite la congestión y me voy a ir de rebajas, que está saliendo el sol en Sevilla después de unos días de lluvia y quedan más de 11 meses para volver a poner el árbol.

Lucila Vidal-Aragón Rguez. de AustriaLucila Vidal-Aragón Rguez. de Austria

Fotos: Cuarto de Maravillas

4 comentarios en “La tortura de recoger los adornos navideños

  1. Precioso.Me da grima que hayas salido a tu madre en la escritura, me consuelo sabiendo que. tus aficiones cinegéticas me las debes a mí. Y el final de la manita, inconmensurable.

  2. Fenomenal Lucila, no sé quién escribe mejor si tú padre o tu, pero el buen gusto lo has sacado de los dos. Solo hay que verlos!! Jajajaja Lo de las estrellas de croché me encanta. Se de alguien que un año puso todos los que hizo su madre para sus platitos del pan y le añadió los hechos por ella.

  3. Pingback: Cómo combatir la pereza de la Navidad | Cuarto de Maravillas

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