Claves para una aproximación a Fez

Al preparar mi viaje a Fez, además de alguno de los libros clásicos y las guías de rigor, me adentré en el mundo de los travel bloggers para conocer las experiencias de otros viajeros actuales. Pero lo que es útil para otras ciudades del mundo no sirve en Fez. Porque en unos artículos hacen recomendaciones del tipo de: “Inicia la ruta por Bab Bou Jeloud, junto al Jardín Jnan Sbil, pasa por la Madresa Bou Ianiya, calle de Talaa Kbira, visitar  Derb Roum, Dar Adiyel y el  Fondouk – zoco Najjarine museo de Arte y Artesanía en Madera. Continuar por Zoco de la Henna, el  Mausoleo de  Moulay Idriss, el Zoco Charmaine (zoco frutos secos), la Mezquita y  Biblioteca Karaouiyne, Plaza Seffarine, artesanos del latón, y terminar en la calle Sebaghine salida por la plaza de  Er’Cif.” Y yo me pregunto ¿cómo demonios sigo esa ruta si soy incapaz de memorizar uno solo de los nombres de las calles o plazas?

Otros blogueros hablan del riad donde se alojaron, el restaurante donde comieron y los lugares más recomendables para tomar un café dentro de la Medina (la mayoría, propiedad de franceses o americanos: Café Clock, The Ruined Gardes, etc). Una experiencia personal, interesante, pero quizá más centrada en lo que cambia en la medina que en lo que permanece.

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Ninguno de ellos me ha servido de guía para conocer la ciudad. Porque intuyo que hay tantas Fez como intenciones con las que te aproximes. En esta ciudad no vale hacer una lista de monumentos para irlos tachando a medida que los ves, entre otras cosas porque todos los lugares sagrados están prohibidos a los no musulmanes (el único que puedes visitar, la madraza Cheratine, ya no funciona como tal, es un bello fósil). Esta ciudad va de experiencias, que podrán ser tan intensas o enriquecedoras como receptivo y preparado sensorialmente esté el viajero. Y en este camino es imprescindible un buen guía, que te ayude a no perderte en ese entramado laberíntico de 9.000 m de calles y pasadizos y, sobre todo, a entender que esa arquitectura endiablada y medieval responde a un modo de vida en riesgo de desaparición del que Fez es depositaria: por eso es Patrimonio Universal de la Humanidad desde 1981. Nosotros tuvimos la suerte de contar con Khalid, un hombre culto, filólogo y profesor de español, que creció en uno de esos callejones imposibles y nos da las claves para una aproximación a esta ciudad medieval prototipo de ciudad del Islam. Intento ordenarlas.

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Alojarse en un riad es la mejor forma de saber cómo se vive en la medina. La casa musulmana es un espacio íntimo, cerrado al exterior, al que no asoma ni una ventana en el alto muro que la circunda. Tras una puerta de madera más o menos lujosa, un pasillo en ele – pensado para preservar la intimidad, para dar tiempo a las mujeres de la casa a que se recojan- nos conduce a un patio con fuente al que se abren las diferentes estancias en dos o tres alturas y que es la entrada de luz natural. Este esquema se replica con más o menos lujo en función de la capacidad adquisitiva del propietario.

La decoración musulmana, tanto de casas privadas como de espacios públicos, consta indefectiblemente de cuatro elementos: madera, estuco, mosaico y bronce. La fachada del Palacio Real con sus siete puertas, realizada por Hassan II, es un claro ejemplo de la artesanía tradicional de Fez y la realiza el monarca para rescatar el trabajo de los artesanos, pues obliga a que en cada casa pudiente exista un salón marroquí.

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Los motivos decorativos –de los que se excluyen las representaciones humanas y animales para no emular la labor creadora de Alá- son repeticiones de formas geométricas que se multiplican al infinito -a veces partiendo de un eje central-, o caligrafías de versículos del Corán. El trazado reticular y los rosetones geométricos son un símbolo de la unidad de Dios.

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La ciudad se desarrolla en pendiente hacia el rio, de tal manera que nunca hay inundaciones por lluvia. El rio sirve de separación entre dos zonas: el barrio andalusí, llamado así porque se instalan en él los musulmanes venidos de España a partir del siglo IX, con la mezquita andalusí como edificio representativo y el barrio de los kairuaníes, en la orilla izquierda del rio, en torno al santuario del fundador de la ciudad, Mulay Idriss, la madrasa y la mezquita, reconocible desde lejos por sus tejas verdes en forma piramidal. Es imprescindible una vista panorámica desde las tumbas meriníes, mejor en la puesta de sol, o desde la carretera que lleva al Atlas, sobre el barrio andalusí, para hacernos una idea de las dimensiones increíbles de este espacio peatonal de 350 hectáreas, el más grande del mundo.

Cada uno de los más de doscientos barrios de la medina consta de cinco elementos: una fuente para garantizar el agua potable (muchas veces sostenida por donaciones, no olvidemos que uno de los cinco mandamientos del musulmán es dar limosna), una mezquita para no tener la excusa de la lejanía en el cumplimiento de los rezos, una escuela coránica donde iniciar a los niños en la fe, un hamman para purificar el cuerpo y un horno comunitario donde asar el pan, imprescindible en toda casa musulmana, donde las mujeres llevan sus bandejas con el pan amasado y aprovechan para ponerse al día y tratar al vecindario. Muchos siguen existiendo aunque ya haya cocinas de gas en las casas, porque no saben igual el pan y los dulces cocidos a la leña.

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Hay otras construcciones tradicionales que han perdido su uso y están en proceso de desaparición, como las fondas donde se alojaban los campesinos que venían a la ciudad a vender sus productos: chamizos en torno a un espacio central donde guardar los animales de carga y habitaciones en la zona superior. Alguna, como el funduq Nejjarine, se han transformado en almacenes de alimentos, otras se han rehabilitado y convertido en museo, como de la madera.

 

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El zoco de Fez, a diferencia de otras ciudades musulmanas, se organiza en gremios, con un sabio al frente que garantiza el aprendizaje y la correcta ejecución del trabajo. Los hay de caldereros, en una plaza abierta, de curtidores, de tejedores, de carpinteros –con un inequívoco olor a cedro-etc.

 

 

 

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Con estas premisas, solo queda dejarse llevar por las calles observando lo que ocurre alrededor, sin intentar siquiera memorizar el recorrido. Pasar por callejones tan estrechos en los que rezas para que no venga nadie de frente. Apretujarte contra una pared para dejar paso a un burro cargado de telas, a unos niños que conducen unas cabras, un carromato empujado por un hombre con prisas. Sortear a un anciano que pide sentado oculto el rostro arrugado tras una capucha. Intentar no respirar mucho al pasar por las carnicerías y al observar las curtidurías de lejos; por el contrario, disfrutar con el olor de las especias y de los jabones artesanales. Probar un pan recién sacado de un horno de leña y disfrutar con la pastela de pichón. Y comprar algún objeto de la maravillosa artesanía de Fez… pero eso os lo cuento otro día.

 

P.D. Si os interesa contactar con Khalid o con el Riad Marjana donde nos alojamos (súper recomendables ambas cosas), no dudéis en escribirme.

Y si queréis conocer otras opiniones de gente con una experiencia más específica que yo en Marruecos en general, hay una página de unos cuantos enamorados del país vecino en la que, además de información y buenas fotos, te pueden ayudar a organizar tu viaje:  Siente Marruecos

 

 

3 comentarios en “Claves para una aproximación a Fez

  1. Niña, eres buenísima!!! Cada semana cuando aparezco por tu rincón, me sorprende tu buen trabajo de letras acompañado de instantáneas fantásticas. Me ha gustado mucho estar en Fez contigo

  2. Pingback: 10 objetos de artesanía que comprar en Fez | Cuarto de Maravillas

  3. Aunque estuve en Fez hace unos años (¿décadas?) me ha gustado casi más volver contigo. Tienes un don, Cuarto de Maravillas: consigues captar la esencia (con colores, con olores, con ruidos y gestos), contar la historia (con datos, curiosidades, de forma didáctica pero ligera), enseñarnos la luz (con fotos llenas de sensibilidad o sencillamente, de normalidad) descubrirnos la ruta, como si estuviéramos allí.
    Contigo da gusto viajar. Felicidades.

Responder a Inés de Alvear x