Errores que no debes cometer si te invitan unos días a un velero

Parece idílico lo de navegar en un velero ¿verdad? El ruido del viento, la sensación de libertad, llegar a lugares que no están al alcance de otros, bañarte en alta mar alejado de las multitudes. Pero detrás de todo ello hay mucho trabajo, mucha dedicación y una considerable inversión.

Si eres afortunado y te han invitado a pasar dos o tres días navegando en velero, aprovéchalo, disfrútalo. Merece la pena. Pero no te olvides de unas pocas normas sencillas que te ayudarán a no meter la pata.

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  • La idea principal que hay que tener siempre presente es que el barco es la vivienda privada de los armadores. Una vivienda reducida, con más limitaciones que una casa normal, por lo que requiere de mucha más atención; de hecho, muchos propietarios de veleros invitan a dormir en su casa amigos a los que nunca invitarían al barco. Sigue sus indicaciones, observa lo que ellos hacen y en caso de duda, pregunta.
  • Las invitaciones a navegar son personales e intransferibles. No vale eso de «me he encontrado a Fulanito cuando venía para acá y le he dicho si se apuntaba». Casi todos los armadores con experiencia se han equivocado alguna vez y las propuestas no se hacen a la ligera. Hay incluso que aclarar si se incluye a la pareja –no siempre es así- y normalmente los niños se dejan fuera: la responsabilidad de que haya cualquier accidente no se puede trasladar al armador.
  • El troley de Samsonite que pesa tan poco y se arrastra tan bien por los aeropuertos lo dejamos en casa, no es muy adecuado pregonar a los cuatro vientos, con el traqueteo de las ruedas en el pantalán, que estás llegando. La gente que vive en los barcos aprecia mucho el silencio y la discreción. Elige una bolsa de viaje de tela, flexible para que se pueda adaptar a los recovecos del barco, tal vez incluso la tengas que usar de almohada.
  • Escoge muy bien la ropa que te llevas al velero, que nada falte pero, especialmente, que nada sobre. Suficiente para no tener que lavar y para sustituir si te mojas en la zodiac –lo más normal del mundo-. El sentido común y pensar con detenimiento en los destinos serán los que te indiquen si vas a necesitar un par de vestidos monos y montones de camisetas, pantalones cortos y bañadores o sólo estos últimos. No te olvides de algo de abrigo, puede refrescar por las noches o durante las travesías. El calzado debe ser adecuado a un velero: si no te vas a mover podrás estar descalzo, pero para ayudar a recoger defensas, abrir portillos o simplemente pasear por la cubierta necesitarás un zapato de suela ¡¡blanca!! que proteja los dedos de los habituales golpes con la multitud de artilugios que pueblan las cubiertas de los barcos. No querrás que se te recuerde como aquél que le dio una patada a una cornamusa, se rompió un dedo y fastidió las vacaciones. Y entérate bien de lo que se puede pisar y lo que no: colchonetas, escotillas, partes de la zodiac, etc.
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  • La privacidad es muy importante en un velero. Si cuando vas a una casa invitado no se te ocurre hacerte selfies en el salón, tampoco debes hacerlo en un barco sin permiso explícito. Recuerda que es la casa de los dueños, donde viven, donde tienen sus pertenencias. Si eres de los que te mueres como no cuelgues la foto diaria en Instagram, cuidado con no sacar detalles íntimos, hacer fotos al resto de los tripulantes en traje de baño, etiquetarlos en Instagram y poner la localización.
  • Infórmate bien de cómo se usan las instalaciones: baños, frigoríficos, fregadero. El agua es un bien escaso y el barco no es un spa, nada de dejar grifos abiertos ni duchas largas cada vez que te das un baño en el mar. Al bañador no le pasa nada porque tenga sal un par de días. La energía también hay que cuidarla si no se está enchufado a puerto. Eso significa que no se deben tener más luces encendidas de las necesarias ni abrir constantemente las neveras. Si tienes dudas, vuelve a preguntar, siempre es mejor que ocasionar una avería en mitad de las vacaciones.
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  • No siempre podrás cargar el móvil y los demás aparatos electrónicos, así que piénsatelo antes de estar consultando Twitter o Facebook cada cinco minutos. Disfruta de tu experiencia marinera sin estar enganchado al móvil, que ya tendrás tiempo de ver cómo son las vacaciones de los demás.
  • La capacidad de almacenamiento de comida y bebida no es ilimitada. Acepta lo que te ofrecen y no pidas como si estuvieras en un bar. Son bienvenidos los regalos de comida o bebida: unas botellas de vino, unas galletas, queso o jamón… Las patatas fritas se vuelan y manchan la teca, así que solo llévalas si son las del kiosko Amanecer de Mazagón, que entran en la categoría de exquisitez.
  • Olvídate de tu agenda: en un velero no se tiene nunca la certeza de poder estar en un lugar y un día determinado. Si tienes una cita ineludible al día siguiente de la vuelta prevista, hazte a la idea de que tal vez no puedas llegar. Dependerá de la previsión meteorológica, del estado del mar y del viento y, en última instancia, de lo que decida el capitán. Una vez que subes al barco, estás en sus manos.
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A cambio tendrás experiencias únicas, consolidarás amistades, entenderás qué significa colaborar y estar pendientes de los demás, vivirás sin mirar el reloj, disfrutando de cada baño, cada cerveza, cada amanecer. Coleccionarás en tu retina (¡y en tu móvil, vale!) anocheceres en los que el sol se tiñe de toda la gama de rojos y anaranjados antes de meterse en el mar… solo para ti.

Fotos: Cuarto de Maravillas

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