Hace un día espantoso. El cielo está oscuro y llueve sin parar. He quedado a las 9 en un polígono industrial al que no he ido en mi vida y me meto en un buen atasco antes de llegar. Por fin aparco en la dirección indicada, junto a una nave de chapa enorme. Calle Gramil s/n, parcela 26, nave 8 del polígono Store.
Sonia, una chica muy joven responsable de comunicación del Banco de Alimentos de Sevilla, se ofrece a acompañarme por las instalaciones mientras me va contando la labor que hacen:recoger, almacenar y distribuir alimentos para hacerlos llegar, a través de centros asistenciales, a las personas que lo necesitan. Ayudar a paliar el hambre de aquí, de nuestros barrios, de nuestros vecinos. Difícil de creer que haya gente tan cerca que no tenga qué comer ¿verdad? Pues el año pasado movieron casi siete mil toneladas de alimentos para abastecer a más de 400 organizaciones diferentes: comedores sociales que pueden ser laicos o confesionales, asistencia social a ancianos, comunidades religiosas, guarderías, casas de acogida, centros de inserción, etc.
Para ello, tienen varias formas de captar alimentos: programas europeos diversos, ayudas públicas, donaciones de empresas y particulares, incluso decomisos de productos ilegales (cuando llama el Seprona los ojos les brillan porque saben que esa misma noche algunos ancianos comerá atún fresco o venado al horno). Una de las actuaciones más importantes tendrá lugar los días 30 de noviembre y 1 de diciembre: la Gran Recogida, con la que esperan conseguir setecientos mil kilos. Aunque este año están preocupados, porque han notado un descenso en las donaciones y en el número de voluntarios, como si al empezar a superarse la crisis la gente dejara de ayudar.
Alejandro y Manolo se ocupan de toda la logística de la Gran Recogida. Tienen que llevar a 400 supermercados las «bañeras» (los recipientes que veremos en las entradas de las tiendas) y traerlas de vuelta una vez realizadas las donaciones. Cada supermercado es un mundo: unos se ocupan ellos mismos del traslado («es que me harto de llorarles», dice Alejandro con una sonrisa), pero la mayoría hay que ir a recogerlos; en algunos supermercados que son pequeños y les incomoda tener las bañeras allí, el Banco de Alimentos de Sevilla asume el compromiso de ir a por ellas en cuanto les llamen. Por eso, esos días necesitan voluntarios listos para conducir las dos furgonetas disponibles. A veces ellos mismos, porque aquí no hay voluntariado de guante blanco. -«Todo el mundo echa una mano», dice Manolo. -«Lo importante»- apostilla Alejandro- «es encontrar la tarea que les guste, porque si no es así se acaba uno cansando».
El mismo día 30 empiezan a meter bañeras en la nave (por ejemplo, Mercadona en 24 o 48 horas les lleva las cosas) y entonces empieza el siguiente gran lío, uno de los momentos en los que el Banco de Alimentos de Sevilla pone a prueba su sistema logístico, digno de cualquier empresa pionera de distribución. Con la ayuda de una cinta, se van vaciando una por una las bañeras. A ambos lados de la cinta, una fila de personas encargadas cada una de ellas de un solo tipo de producto, que va retirando cuando pasa por delante suya y colocando en unas cajas a sus espaldas. Todo muy rápido. Cadenas humanas para realizar, en el menor tiempo posible, la clasificación de los alimentos. Por supuesto, siempre con un registro adecuado: origen de bañeras y palés, cantidad de cada cosa, etc. para poder hacer estadísticas con la finalidad de optimizar los recursos de que disponen (en el caso de que les falten voluntarios, saber qué tiendas son las prescindibles)
¡Y todo gestionado por voluntarios! 6000 personas en total, para recogida y clasificación. «¿Quién es el cerebro de este ejército?» – le pregunto a Sonia. – «Ven que te lo presento», me dice mientras me lleva a una sala donde hay seis o siete personas inclinadas sobre unos papeles llenos de tablas y cuadrantes. Un señor de aspecto severo nos mira con cara de «¡ahora no!», pero cuando le prometo que solo serán cinco minutos accede resignado. – «Estamos en plena organización de los voluntarios de la Gran Recogida- me empieza a contar- y vamos mal de tiempo y de personas. Necesitaríamos unos 40 supervisores (cada uno con diez tiendas máximo) y un capitán de equipo para cada tienda (o sea 400). Habría que hacer turnos de no más de tres horas y en pareja, y cubrir cada entrada y salida de los supermercados. Así que imagínate el follón cuando se cae un capitán de equipo: hay que volver a redistribuir los horarios y los lugares. Este año, no sabemos muy bien por qué, hay menos ayuda. Lo hemos comentado con otras fundaciones y todos dicen lo mismo: hay un descenso del voluntariado… si es por la salida de la crisis, por un descontento general de dónde van a parar las ayudas solidarias… a saber. El caso es que nos está costando más que el año pasado organizarlo y tememos que también se recoja menos». Me disculpo por entretenerles en mitad de ese lío y salimos Sonia y yo hacia el almacén. –«Es Luis, el coordinador de recogidas extraordinarias. Ingeniero militar retirado». Sonrío, porque se nota que sabe organizar y mandar.
Qué donar al Banco de Alimentos de Sevilla
«¿Qué alimentos son los que más necesitáis?» le pregunto a Sonia. «No se trata de que el donante haga una cesta básica y equilibrada ni que la comida cunda mucho, eso ya lo hacemos nosotros», me explica. Lo que más cuesta que den es el aceite, quizás porque es lo más caro. Este año tienen mucho arroz y pasta, que junto con las legumbres es normalmente lo que más se dona. Sin embargo, la leche nunca es suficiente. Tomate frito, que es un complemento perfecto. Igual que las conservas de pescados, de carnes o de verduras. El caldo viene estupendamente, con añadirle unos fideos es un plato apetecible. El beneficiario que no tiene recursos normalmente tiene también problemas para pagar la luz, así que estamos mirando el ahorro energético de las familias. Por eso todo lo que ya esté elaborado viene bien. Tenemos una voluntaria maravillosa, Rosa, que organiza unos cursos de cocina para orientar en el aprovechamiento de los productos que el banco da ese mes. El otro día hizo un pudding de pan y unas hamburguesas de alubias blancas buenísimas. Muchas veces añadiendo algo que no sea muy caro se consiguen resultados espectaculares. «Rosa es doctora. No sabes el nivel de la mayoría de los voluntarios con los que contamos”, me dice con admiración.
Y me sigue contando, con los ojos brillantes, la satisfacción de los niños con autismo que hacen prácticas en el almacén, del grupo de voluntarios de la entrada, todos ingenieros y arquitectos, que se niegan a entrar en los despachos y lo que les gusta es tratar con las monjas que vienen a recoger sus cestas o con los encargados de los asilos, de las señoras mayores que no pueden coger peso pero no faltan a su cita de la Gran Recogida, aunque sea para hacer cajas pequeñas.
¿Quieres ser uno de ellos? Sólo tienes que inscribirte en la página web del Banco de Alimentos de Sevilla y alguien se pondrá en contacto contigo para encontrar aquello que más se adapte a tus gustos y disponibilidad. Recibirás mucho más de lo que das.
Fotos: Banco de Alimentos de Sevilla