La segunda -o tercera- vida de los edificios históricos: el Convento das Bernardas

Tavira es una pequeña ciudad del sur de Portugal. Asomada al Atlántico y con el río Gilaô dividiendo en dos su casco histórico, se ha convertido en los últimos años en un enclave turístico con mucha demanda. Ingleses, franceses y, cómo no, los vecinos españoles, buscan las playas de arena fina y dorada de la Isla de Tavira, la amabilidad de los paisanos y la sencilla pero sabrosa gastronomía portuguesa.

Pero hoy no voy a enumerar el montón de cosas que se pueden hacer allí, ni los mejores bares, ni las mejores playas. Lo que quiero es hacer una reflexión sobre la capacidad de los portugueses de conservar su patrimonio histórico dándoles un uso privado. Sin rasgarse las vestiduras. Sin necesitar que la administración crezca hasta el punto de no poderla mantener. Sin que todos los bienes desamortizados o de valor histórico tengan que albergar la oficina de los políticos de turno, además, pagada con el dinero de los contribuyentes. Ni un nuevo espacio expositivo, porque no son infinitas las piezas museables ni hay que inventarse colecciones nuevas. Dicho lo cual… ¿por qué no hacer casas para particulares?

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El Convento das Bernardas se funda en 1509 por orden del rey Don Manuel I en acción de gracias por el levantamiento del cerco de Arzila, en el que los tavirenses fueron de importante ayuda. Fue la mayor casa religiosa femenina de la región y la única de la orden del Císter en el sur. Son características de esta orden (de transición del románico al gótico) la limpieza constructiva con un diseño que responde exclusivamente a su funcionalidad, libre de excesos que perturben las obligaciones conventuales. Destaca su preciosa portada de estilo manuelino, uno de los ejemplos más antiguos del Algarve. En 1862 se extingue la orden del Císter y el convento pasa a ser una fábrica de harina –aún conserva la chimenea del horno- y después una ruina.

En 2010 se inicia un proyecto de rehabilitación del edificio a cargo del arquitecto Eduardo Souto de Moura. Nacido en Oporto en 1952, trabaja con Alvaro Siza (a quién considera su mentor junto a Fernando Távora) antes de establecerse por su cuenta. En 2011 gana el premio Pritzker, considerado el Nobel de la arquitectura. Dentro de la escuela del regionalismo, destaca por su interés en adecuar el edificio a su entorno, por la utilización de materiales de la zona y por un minimalismo que se preocupa de las necesidades de los destinatarios de sus construcciones. Muchas de sus obras tienen sensación de peso y densidad, como la Casa das Historias Paula Rego o la Estación de Metro Casa da Musica.

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Según el jurado del premio Pritzker, «Souto de Moura ha creado espacios que son a la vez coherentes con su historia como modernos en su concepción». La verdad es que al ver fotos de sus obras podrías imaginártelo con la túnica blanca y el escapulario negro de monje cisterciense, con su corpulencia y su cara de bonachón, agitando unos planos enrollados frente a un montón de obreros medievales transportando piedras de una cantera.

«Cuando era más joven estaba preocupado por el estilo, por la elegancia. Y hoy valoro la naturalidad. Para poder resistir, para que los edificios permanezcan, es importante que las cosas se vivan como naturales». Con esta premisa, no es extraño que el Convento das Bernardas mantenga su monumentalidad alejada de todo ornamento, gracias al saber hacer y el respeto del genial arquitecto portugués.

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Consigue que, cuando atraviesas el arco de acceso a la zona común del Convento das Bernardas, sientas que estás en un lugar de silencio, casi diría de oración, que la vida parezca detenerse y tus pulsaciones bajen. Quieres sentarte en un banco de madera, no hace falta que sea cómodo, con un libro que hable de belleza y serenidad. Menos comer frugalmente -¡son demasiado tentadores los pescados a la brasa y los queijinhos de la zona!- y renunciar al traje de baño –¡por Dios, cómo es la piscina!- la vida conventual te atrapa.

Y cada día crece más mi admiración por los portugueses.

Las fotografías son amablemente cedidas por J. Pedro Lucas y Cuarto de Maravillas.

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