Después del disparate (temporal, gastronómico, económico) que supone la larga semana de Feria, no nos queda más remedio que volver cuanto antes a la normalidad. Llenar nuevamente el frigorífico con frutas y verduras, volver a ponerte el reloj, esconder en un rincón oscuro del armario los trajes de flamenca, guardar las flores, los mantoncillos. Todo aquello que nos recuerde que, durante siete días, el centro del Universo estaba a pocas manzanas de nuestra casa, el lugar donde todos querían estar, reyes incluidos. Y a veces, para conseguir reequilibrarnos, hay que alejarse del lugar del crimen.
No se me ocurre mejor sitio que Madrid para hacer una escapada rápida de desintoxicación. Una ciudad donde ser anónimo, donde los pasos no te llevan al albero, donde tardas más en decidir a qué museo vas que en pedir un rebujito en la caseta. Balthus, en el Museo Thyssen, me genera desazón con sus figuras inquietantes, a medio camino entre la inocencia y lo tenebroso. En el Museo del Prado hasta el 28 de mayo no inauguran la exposición que más ganas tengo de ver: Fra Angelico y los inicios del renacimiento en Florencia; de momento está Alberto Giacometti, al que me he inflado de ver en el Kunshaus de Zürich (parece que este mes de mayo hayan ofertado un paquete de obras procedentes de ciudades suizas). Así que me decido por Caixaforum, donde apenas quedan unos días para poder ver la exposición Toulouse Lautrec y el espíritu de Montmartre.
La idea de la muestra es muy actual, en la línea de exponer no solo obras de un autor determinado sino, a través de él y de manera transversal, dar a conocer un momento cultural de especial relevancia para el mundo occidental. Lo mismo que hará el Prado con Fra Angelico y el Renacimiento.
Toulouse Lautrec representa la libertad frente a las convenciones, el triunfo de la vocación frente a la seguridad de la vida burguesa (proviene de familia aristocrática), la belleza del momento frente a la intemporalidad paralizante de las Academias, la ruptura de las rígidas normas estéticas imperantes que abre la puerta a una nueva forma de expresión donde la libertad es la principal característica.



Los puntos clave para entender el espíritu de Montmartre son los siguientes:
- Radicalidad en lo filosófico y en lo político. Los escritores, pintores, actores, y músicos defienden la libertad frente a las convenciones y denuestan la vida acomodada propia de la burguesía.
- Se sacan las obras de sus lugares tradicionales de exhibición: cabarés, cafés-concierto, teatros experimentales, circos o, muy frecuentemente, la calle.
- Son artistas innovadores en las herramientas que utilizan: el humor, la sátira, los títeres como medio para criticar la condición humana.



- Los temas preferidos son ellos mismos y sus locales de referencia: los cafés que utilizan como puntos de encuentro, las salas de baile, los actores, músicos, artistas, vagabundos y prostitutas… su propio mundo, en definitiva.
- Independencia y compromiso social y político gracias a la utilización de los nuevos procesos de impresión fotomecánica para difundir sus obras, al margen de los cauces tradicionales, lo que eleva el dibujo a una nueva categoría (ya no es la fase previa de la pintura) con el uso de colores planos diametralmente opuestos al realismo, que abren las puertas a la ilustración moderna y el diseño gráfico.
- Creación de materiales efímeros: cartelería, estampas, ilustraciones para revistas, partituras, espectáculos musicales, etc. La belleza está en el momento.



La exposición, con una cuidada escenografía, se divide en varias estancias donde se van tratando cada uno de los temas importantes. Empieza la muestra con imágenes del barrio francés, con una iluminación que nos hace creer que estamos paseando por sus adoquines, por sus calles donde cabarets, teatros, circos y cafés son el escenario y a la vez el protagonista de la fuerza creativa de jóvenes artistas bohemios y revolucionarios. El teatro de sombras de Le Chat Noir, el cabaret Quat`zArts, la cartelería, la ilustración de revistas y libros, la prostitución y el papel de la mujer, el circo… todo ello apoyado en más de 350 obras procedentes de colecciones de todo el mundo.
Releo lo que llevo escrito y me doy cuenta de que he pasado del espíritu de la Feria de Sevilla al del barrio parisino de Montmartre. Me suena lo de sacar la belleza a la calle, los carteles, la mezcla de disciplinas artísticas, eso de vivir el momento olvidándose de las miserias del día a día, lo efímero (¿hay algo más efímero que la Feria con su portada y sus farolillos de papel?).Y, ¿cuáles son los temas preferidos? ¿de qué se habla en la Feria? ¡Nuestros vestidos, nuestras casetas, nuestros caballos, nuestros amigos! Está claro que lo mío, quiera o no quiera, es la locura, el disparate, la frivolidad…. ¡Qué le vamos a hacer!
Os dejo, que tengo que pensar qué me pongo mañana para la Feria de Jerez.
Fotos: Cuarto de Maravillas