Pasear sin prisas por las calles del centro de El Puerto de Santa María es una delicia, especialmente si es un día laborable y se percibe el pulso cotidiano de la ciudad, que en los meses de verano se ve alterado por la afluencia de veraneantes que lo llenan todo. Señoras que van y vuelven de la plaza, el mercado especialmente bien surtido de pescados y mariscos con precios que hacen las delicias de los que vivimos en ciudades más grandes y alejadas de puertos de mar. Madres con sus hijos volviendo del colegio a mediodía para el almuerzo, algunas vestidas con falda de baile y los tacones en una bolsita corriendo para su clase de flamenco. Señores mayores charlando sin prisas en grupos, en la puerta de los bares o de algún comercio. Algún que otro ejecutivo que vuelve de tomar café y entra en una oficina bancaria.
Hoy lo que os enseño son algunas fachadas y sus patios interiores, configuración romana y mediterránea de la vivienda.
Después de callejear sin rumbo fijo, nada más apetecible que una copa de fino y un carpaccio de atún recién sacado del estrecho en El Brillante
Como veis, no pudimos esperar a hacer la foto antes de empezar a probarlo… Umm!! Buenísimo con sal en escamas, toque de limón, eneldo y un aceite espectacular.
El bacalao es otra de las especialidades de este bar tradicional del centro.
Y para rematar un día completo, paseo por la playa con mi perro Thor, un Chesapeake Bay Retriver que adora el agua.