Senderismo en Suiza: el lago de los Cuatro Cantones

La afición de los suizos a la montaña no es por casualidad: las cuartas quintas partes del país son montañas y la altitud media son 1.350 m. sobre el nivel del mar. Más de veinte picos superan los 4.000 m. de altitud, con lo que nos podemos imaginar que cada niño suizo lleva dentro un alpinista en potencia. Pero sin necesidad de ser un profesional, hay miles de rutas para practicar senderismo en un entorno donde las montañas se alternan con lagos de aguas turquesas, verdes valles y pequeños pueblos de casas de madera y techos inclinados. Gracias a una red de senderos balizados de más de 65.000 km. se puede llegar a pie casi cada rincón del país.

Yo he aprovechado una visita a mi hija para hacer una ruta de senderismo en la meseta central, en la zona del lago de los Cuatro Cantones (se sigue llamando así aunque ahora son cinco) o de Lucerna. Una fantástica amiga nos prestó su coche y nos dirigimos hacia Morschach, un bonito pueblo en una meseta sobre el lago, a 64 kilómetros deZürich y 50 kilómetros deLucerna. Su ubicación lo convierte en un buen punto de partida para excursiones en barco o de hiking. Aunque allí hay bastantes alojamientos, nosotras preferimos quedarnos las dos noches en el pueblecito de Stoos, libre de coches, así que el nuestro (bueno, el de Arantxa y John) lo dejamos en un parking al final del pueblo, junto a la estación de donde parte el teleférico. También se puede llegar a Stoos desde Schwyz, la capital del cantón, en el funicular más empinado del mundo -y seguramente el más caro también- (a los suizos les encanta lo de tener el tren cremallera más alto del mundo o el funicular más empinado).

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El hotel que elegimos es el Seminar Wellness and Spa, con un edificio central que alberga el comedor y una serie de habitaciones con terraza, y una casa de huéspedes a unos metros, más económica, pero con todas las comodidades. Rodeado de unos pastos donde comen desaforadamente las vacas más grandes que hayas visto en tu vida. Con un jacuzzi de agua caliente al aire libre desde el que es muy agradable ver la puesta de sol, además de un spa completo – en el que es obligatorio ir desnudo- que nosotras obviamos, porque preferimos las vistas de las montañas… ¿no os parece?

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Después de un buen desayuno y con unas botas de trekking, cogemos el telesilla hacia Klingenstock, a 1935 m. de altitud. La subida es una auténtica maravilla, ascendiendo lentamente por encima de una ladera de verdes pastos salpicada de bosques de abetos de un color más oscuro. Cuando llegas a la cumbre, a 1935 m. de altura, el paisaje te deja sin habla.

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Rodeado de picos montañosos hasta donde alcanza la vista, un sendero de apenas un metro de ancho te invita a adentrarte en él, evitando al principio dirigir la vista hacia abajo para controlar el vértigo. En fila india comenzamos a andar por una traviesa que une estos dos picos de nombres impronunciables. Nos alegramos de llevar calzado adecuado, porque hay subidas y bajadas importantes, en algunas zonas con escalones rudimentarios hechos con madera, en otras sencillamente sorteando piedras. Muy pronto aparece un trozo del lago de Lucerna, de un increíble color turquesa, apenas un triángulo entre montañas verdes que se va haciendo más y más grande a medida que avanzas hacia el Fronalpstock.

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Aunque en las indicaciones dicen que son dos horas y media, nosotras tardamos tres, no solo porque en algún tramo necesitamos detenernos a recuperar el aliento, sino porque cada poco rato las vistas nos sorprenden y nos paramos a disfrutarlas, hacer fotos y discutir entre nosotras si éste es el lugar más bonito en el que hemos estado nunca. Y como los suizos saben eso, todo el sendero está salpicado de bancos de madera colocados en lugares estratégicos, incluso mesas donde hacer una comida única y maravillosa.

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Por el camino te cruzas con algunos excursionistas: un padre muy joven que porta a su hijo en una mochila, alguna pareja de edad avanzada, un grupo de personas con aspecto de ser de una empresa (me imagino a alguno pensando a cuál empujaría ladera abajo), tres japonesas vestidas estrafalariamente que no paraban de hacerse selfies poniendo caritas y posturitas, un grupo de señores del equivalente suizo del inserso ¡que casi nos adelantan!

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El camino es en su mayor parte muy estrecho, junto a acantilados que descienden abruptamente. En el último tramo empiezan a aparecer más y más lagos hasta alcanzar la recompensa final en la cumbre del Fronalpstock: un espectacular mirador con vistas a diez lagos diferentes, los prados de Rütli abajo y la cordillera del Jura más allá de la meseta central. Tumbonas a disposición de cualquiera, un merendero para comer y un restaurante para el que prefiera algo caliente. Nosotras nos conformamos con comprar una botellita de vino blanco del país para acompañar el picnic que llevábamos. ¡Os aseguro que no hay nada mejor que un bocadillo de jamón ibérico después de la caminata!

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La bajada hacia Stoos la hacemos en el telesilla, pues se ha llenado el cielo de nubes y amenaza tormenta, empieza a hacer fresco y estamos bastante cansadas. Un rato de jacuzzi al exterior –es una experiencia curiosa el agua caliente mientras llueve- y estamos listas para la cena en el restaurante del Seminaar Wellness, muy acogedor, decorado con madera cálida y con velas. El menú es estupendo – ensalada de pepino, tomate y crema agria, sopa de ajo deliciosa, un plato a elegir entre pescado, carne y vegetariano, y tiramisú de postre. Cuidado el servicio y la presentación. Un colofón ideal a un día increíble. ¡Y con mi hija!

Hay una web estupenda sobre Suiza, con información exhaustiva de cada uno de los rincones de este maravilloso y bastante desconocido país: https://www.myswitzerland.com

Las fotos son de Lucila Vidal-Aragón y Cuarto de Maravillas, hechas con un iPhone 8 plus (nos dio miedo llevar las cámaras de fotos … y nos equivocamos).

 

 

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